Aunque el Valle del Jerte es conocido principalmente por el espectáculo blanquecino que ofrecen sus cerezos en flor, lo cierto es que los pueblos y el paisaje que los rodea tienen su encanto en cualquier época y momento del año. Pasear por cada uno de sus rincones es una experiencia para los sentidos. Cuando termina la floración se pasa del blanco al verde y la visión que presenta este singular valle sigue siendo igual de encantadora. Es en este momento cuando yo lo visité por primera vez. En esta ruta en coche propongo cinco pueblos en los que detenerse y callejear sin más: Tornavacas, Jerte, Cabezuela del Valle, Navaconcejo y Valdastillas.
Tornavacas
Este es el primer pueblo con el que nos topamos si comenzamos la ruta por los pueblos del Valle del Jerte por el Norte. Además, se dice que es la puerta de entrada al mismo. De hecho, la carretera que se ha de coger es la N-110, que además atraviesa pueblos abulenses tan conocidos como El Barco de Ávila y lleva hasta Plasencia. Antes de llegar a la primera localidad jerteña hay un mirador que nos muestra todo el Valle, siendo esta primera toma de contacto bastante impactante. Luego, la carretera va desvelando muchos más detalles.
Tornavacas se halla entre la Sierra de Gredos y la Sierra de Béjar, y hace frontera con Ávila y Salamanca. La cercanía ha provocado que se establezcan lazos importantes entre todas estas regiones.
El pueblo es una muestra de la arquitectura popular que se encuentra en todos los municipios de la zona. Se trata de construcciones serranas, poco presentes en el resto de Extremadura. Abundan los portales y balcones de madera, cuyo estado de conservación varía, así como el adobe que durante un tiempo se empleó con frecuencia en las casas de los lugareños. También muchas de ellas poseen soportales. Algunas han mantenido materiales de construcción típicos, conservando el entorno y otras se han modernizado. En general, lo más bonito es el conjunto y la vista que ofrecen los márgenes de las calles con sus balcones de madera sobresalientes y llenos de colorido principalmente en primavera.
Una de las cosas que me llamó la atención de este lugar es cómo algunas mujeres salían de sus casas y con la escoba en mano limpiaban su trozo de acera correspondiente. Pero al margen de esta estampa pueblerina hay muchas más singularidades dignas de mencionar.

La religiosidad es uno de los elementos característicos de Tornavacas como bien muestra su tradición el “toque de la Esquila”.
La Puentecilla, por ejemplo, es un puente de la primera mitad del siglo XVIII con sillares de granito y que se ubica sobre la garganta del Cubo (del río Jerte). Tiene un templete barroco de piedra que antiguamente contenía la imagen de la Virgen de la Consolación, que actualmente ya no está.
Precisamente, la religiosidad es uno de los elementos característicos de Tornavacas como bien muestra su tradición el “toque de la Esquila”, que recuerda la existencia de las ánimas que todavía no han logrado cruzar el purgatorio. Por cierto, la esquila es una campana pequeña que se emplea para convocar a los actos de la comunidad.
Desde hace más de dos siglos, en este rincón del Valle del Jerte, “la Esquila” recorre sus calles diariamente al anochecer. Entonces, las mujeres encargadas de andar por la calle Real salen con esa campana pequeña a la par que murmuran una oración por las almas del Purgatorio. Desde la parte más alta del pueblo a la más baja, alrededor de quince minutos, se escucha un murmullo que sobrecoge hasta al más ateo del mundo y que por ende invita a rezar. Durante todo el trayecto mantienen el voto de silencio y el tañido se detiene al alcanzar las bocacalles.

Según se explica en un cartel ubicado en la Plaza Mayor, este toque de ánimas proviene de la Cofradía de Ánimas, que tal y como indica la documentación existente data del siglo XVIII. En la actualidad esta no se mantiene como tal, pero de ella procede otra tradición tornavaqueña, que es el Ofertorio de Ánimas. Este acontece entre el 21 y 22 de septiembre en la Feria de San Mateo. Este tenía como objetivo recaudar fondos para las familias sin recursos para enterrar a sus difuntos y ofrecerles misas. Ahora, se ha transformado y se subastan productos típicos que llevan los vecinos y miembros de la cofradía.
Paseando por las calles de Tornavacas podremos ver la Casa de la Pasión, “destinada a los vecinos más pobres, a los sacerdotes menesterosos y a los transeúntes sin recursos”, según reza en el cartel al frente de la misma. Igualmente es posible que algún oriundo te ofrezca visitar el interior de una de las casas tradicionales, quizá la más antigua, según me manifestó a mí, pidiendo para ello la voluntad pues la explicación es de unos 20 minutos.
Jerte
Esta localidad es la siguiente que surge en el camino de la carretera nacional 110, y se halla a poco más de siete kilómetros de Tornavacas. Su nombre proviene del árabe Xeret o Xerete, y significa “valle angosto o aguas cristalinas”.
De nuevo, son sus calles las que definen la belleza de este rincón. Destaca la calleja de los Bueyes, llamada de esta guisa porque por ella pasaban los bueyes que iban a labrar los pagos de la margen izquierda del río. Caminando por ella, está la Casa de la Cultura, uno de los edificios que sobrevivió al incendio provocado por las tropas francesas durante la Guerra de la Independencia en el año 1809 como venganza tras la victoria inicial que se produjo en esta villa de los españoles comandados por el Coronel Golfín y la ayuda de los jerteños.

Por ella, se llega a la Plaza de la Independencia, de la que se eleva sobre el conjunto la Torre, que está separada de la iglesia y que se levantó como una torre vigía o de aire defensiva. Esta plaza está formada por casas típicas soportadas con doble galería de madera y postes del mismo material. Cuando yo la vi había instalado un mercadillo medieval que incrementaba esa sensación de haber viajado a otra época: el tiempo parecía, en efecto, detenido. Varias melodías se entremezclaban, provenientes tanto de los músicos improvisados que formaban parte del pintoresco mercadillo, como de los puestos que escogían las canciones de su gusto.
Destaca la calleja de los Bueyes, llamada de esta guisa porque por ella pasaban los bueyes que iban a labrar los pagos de la margen
izquierda del río.
Así, curioseando por los tenderetes ambulantes mi compañero de fatigas y viajes se fijó en uno que vendía colgantes vinculados a distintas profesiones. Había uno formado por una pluma y una especie de cuadernillo, y dije, esta es la mía: la de periodista. Entonces me la regaló y ahora es un colgante que me acompaña siempre en recuerdo de ese día, del detalle que mi pareja tuvo conmigo, y de lo que soy. Es más, el propio vendedor me dijo que le hubiera gustado también dedicarse a esta tarea de contar historias y que ya tuvo la experiencia cuando era funcionario y se dedicaba a llevar la revista municipal y la página web. Al final, me reiteró que le parecía una profesión muy bonita, y yo doy fe de ello.

Otro de los lugares reseñables de Jerte, es la calle Ramón Cepeda que además de estar constituida por edificios notables con arcos de medio punto, sillares y escudos con orla, forma parte del “cordel del Valle”. Esta es una vía pecuaria que atraviesa el pueblo y que en la actualidad se sigue empleando.
Cabezuela del Valle
De Cabezuela del Valle, a unos seis kilómetros del anterior, lo que llama la atención es cómo el río se ensancha y ya fluye en todo su esplendor. Es lo primero que se ve antes de entrar en el entramado arquitectónico del pueblo, y la estampa invita a los viajeros a hacerse más de una foto para el recuerdo.
El núcleo primitivo de la población fue “La Aldea”, que se ubicaba frente al puente sobre el río Jerte, recostada en una pendiente sobre el cerro de Santiago y a la par rodeada de huertas ribereñas. Esto dio lugar a que la villa se configurara sobre una estructura triangular, lo que contrasta con el urbanismo lineal de las poblaciones descritas hasta el momento.
El núcleo primitivo de la población fue “La Aldea”, que se ubicaba frente al puente sobre el río Jerte, recostada en una pendiente sobre el cerro de Santiago y a la par rodeada de huertas ribereñas.
La población hebrea desempeñó un papel importante en Cabezuela del Valle. De hecho, la judería muestra elementos de diseño a lo largo del pueblo, y sus resquicios se pueden encontrar a lo largo del mismo en algunos de sus callejones umbríos o vías laberínticas como las que bordean la iglesia de San Miguel Arcángel. Esta se asienta a su vez sobre el solar donde se situaba la sinagoga de los hebreos.
A esta iglesia y la Plaza se accede a través de la calle del Hondón, en la que destacan los soportales de uno de sus lados, pero también su fachada repleta de elementos de arquitectura tradicional, escudos nobiliarios, leyendas religiosas, anagramas o símbolos.

Navaconcejo
La siguiente parada de esta ruta por los pueblos del Valle del Jerte, Navaconcejo, está a unos escasos tres kilómetros del anterior. En este pueblo, el río discurre en su cuenca media y se puede pasear a su margen. Durante este paseo es posible toparse con alguna de las ocas que lo habitan como me pasó a mí. Había varias, unas cinco o así y a su alrededor y bajo su protección se encontraban sus crías. Ignorante de mí, en mi afán de conseguir una imagen para el recuerdo de la madre naturaleza, se me ocurrió acercarme para grabar tal instante. No obstante, nada más acercarme un lugareño que paseaba a su perro por el mismo sitio me advirtió (también lo hizo mi pareja) de que no me acercara pues podría llevarme alguna sorpresa. ¡Y qué razón tenían!, pues justo en ese momento una de las ocas comenzó a correr hacia mí extendiendo el cuello y las alas y emitiendo un graznido amenazante. Evidentemente, me di la vuelta ipso facto y logré salvarme de su feroz ataque.
A continuación llegó un pastor con sus cabras y viendo que las ocas y su ganado se iban a enzarzar cogió su palo y empezó a espantar a las aves, que sin dejar de proteger en círculo a las crías, comenzaron de nuevo a emitir esos graznidos chirriantes que me recordaban más a los emitidos por un reptil que a los de cualquier otro pájaro. En este forcejeo, una de las ocas se lanzó sobre el cuello de una de las cabras, pero afortunadamente solo quedó en un amago. Aprendida la lección, toda esta escena la grabé desde la lejanía.
De este enclave, lo más llamativo es su configuración de “pueblo-calle”, siendo la antigua calle Real la que muestra las mejores edificaciones populares.
De este enclave, lo más llamativo es su configuración de “pueblo-calle”, siendo la antigua calle Real la que muestra las mejores edificaciones populares, ideales para el recuerdo fotográfico. En el camino surge una construcción de interés “La Fábrica de Sayales”, del siglo XVII, con arcadas clásicas e inscripciones en la fachada principal.
De aquí parte la ruta de las Nogaleas, formada por varias cascadas, y que según la página de turismo del Valle del Jerte es una de las más transitadas. En esta ocasión, yo no pude hacerla, pero me ha quedado pendiente y es otro de los destinos a los que iré en breve.

Valdastillas
A poco más de 600 metros de altitud se encuentra Valdastillas. Para llegar a esta población, es necesario abandonar la carretera nacional 110 y seguir la comarcal que asciende hasta ella. A este lugar se le considera el Balcón del Valle por las vistas que ofrece. A medida que se sube, el paisaje que se contempla junto a la gran cantidad de bancales repletos de cerezos, produce una explosión de sentidos difícil de transmitir.
Una vez en el pueblo, que se caracteriza por su ubicación en pendiente, son de interés las balconadas que presentan algunas de sus casas y el color rojizo de algunas de ellas.
Una vez en el pueblo, que se caracteriza por su ubicación en pendiente, son de interés las balconadas que presentan
algunas de sus casas
En uno de los laterales del pueblo, antes de alcanzar el centro del mismo, en dirección a la ermita y a un kilómetro de distancia aproximadamente, se encuentra la Garganta y el lagar de Marta (no tiene pérdida porque está señalizado). En este punto, se puede recorrer un camino que discurre en paralelo a la garganta y además hay habilitado un merendero.
Si continuamos por la misma carretera en dirección a Piornal y a unos tres kilómetros, se halla la Cascada del Caozo, de 30 metros de altura, un salto de agua precioso y considerado como uno de los más llamativos del Valle del Jerte.

Datos prácticos y ubicación
La ruta que propongo en este reportaje se puede hacer con niños, pues se trata simplemente de ir visitando cada villa para conocer su arquitectura popular y costumbres. Las rutas naturales que indico y que yo hice que son la Garganta de Marta y la cascada del Caozo están al lado de los aparcamientos habilitados y se llega enseguida a los dos puntos. Son accesibles y se pueden hacer en familia.
| Con niños | Aparcamiento |
|---|---|
| ✅ | En todos los pueblos es posible aparcar en las calles aledañas fuera del centro. |

En el mapa especifico el punto de partida de esta ruta por los pueblos del Valle del Jerte, luego solo hay que seguir la carretera.
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