Las Hoces del Duratón me han sobrecogido: el paisaje que se contempla tanto desde la Ermita de San Frutos como el Monasterio de la Hoz es indescriptible. Sin embargo, esta zona de la provincia de Segovia, es solo una pequeña parte del Parque Natural, que engloba Sepúlveda y el embalse de Burgomillodo. En este viaje te cuento mi experiencia a lo largo de todo el Parque Natural de las Hoces del río Duratón, que realicé en dos días.
Vídeo del Parque Natural de las Hoces del Río Duratón
Sepúlveda
Mi primer acercamiento a las Hoces del río Duratón fue el pueblo de Sepúlveda (Segovia), una preciosa localidad medieval con varios elementos curiosos, que se halla sobre una colina. Mi objetivo más que ver el pueblo, era hacer la Senda de los Dos Ríos, pero antes me di un pequeño paseo. Primero dejamos nuestro vehículo en uno de los aparcamientos que se ubican a la entrada de la localidad, y subimos andando hacia el centro.
Al poco surge una de las siete puertas que antaño tuvo Sepúlveda, la puerta del Azogue o del Ecce Homo, y que es por dónde hay que pasar para iniciar la Senda de los dos ríos, al menos tal y como yo la hice (hay quien la comienza en la Casa del Parque situada en la Plaza Mayor). Como antes quería conocer un poco más el pueblo, dejé atrás la puerta y me dirigí hacia el otro lado, es decir, hacia la Plaza Mayor.
Por esta calle, se contemplan restos de la muralla, así como construcciones características, donde piedra, hierro y madera, son los principales protagonistas.

La Plaza Mayor, rectangular y porticada solo parcialmente, destaca por su castillo que además marca el límite de las murallas. Este edificio es singular porque ha mantenido elementos de diferentes épocas, como los tres torreones pertenecientes a la muralla árabe del siglo X y que a su vez fueron parte del castillo-palacio. En los paños de la muralla hay dos balconadas de la casa de los González de Sepúlveda, del siglo XVI. Más adelante, en el siglo XVIII, se añadió una fachada barroca con una espadaña en el torreón central con dos campanas.
Caminando por la misma acera hay otros dos rincones curiosos. Uno de ellos está en el mismo lado, la cárcel de la villa, mientras que el otro, el callejón de San Gil, se encuentra a su frente. El primero es un edificio construido en 1543 que albergaba la cárcel antigua en la planta baja. Estaban el juzgado, la capilla de la Magdalena y la cárcel moderna, en uso hasta bien entrado el siglo XX, tal y como reza en un cartel. Estas explicaciones breves aparecen bajo los nombres de cada calle.

La calle de San Gil me llamó la atención por su estrechez. De este santo se cuenta que llevó una vida monástica en el siglo VI junto a la desembocadura del río Ródano.
A continuación, caminé unos pasos más y me topé con un mirador y unas bonitas vistas.
Senda de los Dos Ríos
Para hacer la senda de los dos ríos volví a la puerta del Azogue con la intención de dirigirme al Santuario de la Virgen de la Peña, mi punto de partida para iniciarla. Este templo es románico y se une a los otros cuatro que hay en la localidad.
Por el camino aparecen bonitos rincones empedrados. En una casa que hace esquina hay un cartel confuso pues pone que es el Santuario, pero otro justo a su lado, que parece casero, dice, combinando letras y dibujos, que esa casa no es una ermita, sino que esta se encuentra a 300 metros. Así que hay que seguir andando.
El templo surge enseguida y si quieres puedes entrar y verlo. Yo me dirigí directamente al mirador que hay detrás del mismo. Precioso. Había una pareja observando con unos prismáticos a las aves. De hecho, en las hoces del Duratón se encuentra la mayor colonia de buitres leonados de Europa, con más de 700 parejas censadas, según explican en la página del Parque.

Hay otras especies que también crían en los cortados, como alimoche, águila real o búho real, entre otros. En esta zona la vista de los cortados impresiona: el verde intenso y los tonos rojizos abundan en sus paredes, mientras Sepúlveda queda en un margen.
Al volver para iniciar la ruta, me acerqué a la Cueva de la Virgen de la Peña, donde se halla su imagen en un recoveco horadado por la roca y protegida por una reja. Para ello, tuve que bajar unas escaleras resguardadas por una baranda de hierro. Estas rodean la pared rocosa y aunque el recorrido no es muy largo está bastante inclinado (lo digo por la subida).
Tras esta breve parada, comencé la ruta. Su inicio está explicado claramente en un panel. A lo largo de la senda, surgen varios hitos. El primero, es la Puerta de la Fuerza, otra de las siete puertas de la muralla de Sepúlveda, construida en el siglo XI. Muros adentro, esta puerta daba acceso a los barrios desaparecidos de San Pedro, cementerio Viejo y Santa Eulalia, en las cercanías del actual Juego de Pelota. Muros afuera, se adentra en el río Duratón y la Senda de los dos ríos.

Al atravesarla, se camina en descenso por los restos de la calzada romana. Y enseguida surge el río y el Puente Picazos. El paisaje va variando según se avanza, y las paredes del cañón aparecen y desparecen hasta unas escaleras. Al subirlas las vistas se tornan más espectaculares. Es bastante impactante pues vas andando por una vereda estrecha que forma parte de una de las paredes verticales tan características de las hoces del Duratón.
Cuando la presa y fábrica de la luz, otro de los hitos, se van atisbando, el paisaje vuelve a cambiar, ya que el cañón se suaviza pasando a una vegetación de ribera en donde abundan chopos de gran altura (son muchos y enormes, me llamaron mucho la atención).
Poco a poco te acercarás a otro de los hitos de la Senda de los dos ríos: el puente de Talcano, de un solo arco y origen romano. Aquí el río está muy calmado y la vegetación insufla calma y paz.

Luego hay que seguir bordeando la antigua presa por detrás, hasta que alcanzas un aparcamiento. Es punto de partida también de esta u otras rutas. Desde aquí ya se vuelve a ver Sepúlveda y la ruta continua en dirección al río Caslilla. Lo verás al cruzar el puente de Palmarejos.
El siguiente lugar de interés es la Puerta del Castro, a la que se llega subiendo por una ladera en zigzag. Al alcanzar esta otra puerta de entrada, las vistas vuelven a ser lo más interesante del entorno. Ya solo queda seguir la senda hasta llegar de nuevo a Sepúlveda.
Ermita de San Frutos y Mirador
Si tienes tiempo y te apetece puedes ver el resto del Parque o dejarlo para otro día, algo que te aconsejo, pues el entorno sigue siendo precioso y lo merece. Desde Sepúlveda puedes ir en dirección a Villaseca y acercarte a la Ermita de San Frutos, a la que se accede por una pista forestal bastante amplia, al final de la cual hay un aparcamiento.
Desde aquí parte un camino hacia la ermita, pero antes hay un mirador que te permite observar el meandro que forma el río Duratón. Cuando yo estuve, las aguas se mostraban quietas, tranquilas… En este recoveco es posible ver de nuevo diferentes especies de aves que impertérritas surcan el cielo, ajenas a la expectación que generan.

La ermita de San Frutos está a pocos metros, por lo que allí me dirigí. Este santo nació en Segovia a mediados del siglo VII. Era de familia adinerada, pero siendo muy joven decide junto a sus hermanos Valentín y Engracia repartir sus bienes a los pobres, retirándose a este enclave para vivir. Después, el priorato pasó al monasterio de Santo Domingo de Silos y estuvo habitado por monjes hasta 1835.
Como tenía curiosidad, innata en mí, no puedo evitarlo, me acerqué al cementerio a pocos metros de la ermita. Anduve por un camino que bordea de cerca el otro lado de la hoz y que se une a senda de ida. Las vistas siguen siendo una maravilla…

Burgomillodo
Para seguir conociendo en toda su magnitud el Parque Natural de las Hoces del Duratón, me dirigí a Burgomillodo, donde concluye el Parque. En este lugar hay una presa que forma una cascada abundante. Intenté subir a la misma a través de un camino que la bordea por detrás del pequeño pueblo, pero una cancela me lo impidió.
Aquí me llevé un buen susto, pues una serpiente de tonalidad marrón, bastante grande, se cruzó en mi camino siseándome, lo que me alertó y me permitió echarme atrás unos pasos y evitar quizá una mordedura, de consecuencia inimaginables… No lo quiero ni pensar…
Aquí solo me detuve unos minutos con el objeto de contemplar el río Duratón en otra faceta de su cauce y curso.
Mirador del Monasterio de la Hoz
Por último, me acerqué al Mirador del Monasterio de la Hoz. Para verlo hay que dirigirse a Sebúlcor, pero en el pueblo las indicaciones no están muy claras. Yo lo encontré de casualidad, y se accede a través de una pista forestal que sale de la Plaza Fragua.

Me costó encontrarlo. A pesar de informarme previamente y verificar que se accedía desde Sebúlcor lo intenté desde el lugar en el que me hallaba, es decir, Burgomillodo. No obstante, Google Maps se empeñaba en enviarnos por caminos terrosos no muy aptos para circular. Así que decidimos ir directamente a Sebúlcor, aunque una vez allí no vimos ninguna indicación hacia el susodicho mirador.
Casualmente adentrándonos en el pueblo nos encontramos con un pequeño cartel que indicaba el camino hacia el mirador. Y por intuición acabamos en una rotonda y en lo que parecía el inicio de una pista que dirigía hacia el monasterio.
Los meandros encajonados vuelven a mostrarse desde otra magnitud.
En este caso, ya lo advierto, la pista no se encuentra en tan buenas condiciones y hasta que se llega al aparcamiento, los hoyos, las piedras y los baches, son la nota predominante. Hay un momento en el que el camino se bifurca y no está muy claro si es posible seguir o no en coche, pero sí, lo es. Al final, nos tapamos con el letrero que avisa donde dejar el vehículo, una explanada natural a la izquierda.
Las vistas son espectaculares. El agua muestra otra tonalidad, la quietud es total, y el silencio sobrecogedor. Los meandros encajonados vuelven a mostrarse desde otra magnitud.
El Convento de Nuestra Señora de los Ángeles de la Hoz, de origen incierto, se cree que ya había algún centro de culto en el siglo VIII, se ve abajo en la orilla izquierda del río. En el siglo XIII la Orden de los Franciscanos funda en este lugar un monasterio. Después, en el siglo XVII,el Convento fue el primer Colegio de Misioneros de España. Desde 2012 es Bien de Interés Cultural con categoría de Monumento.

Yo seguí un camino y me quedé en un saliente del mismo para deleitarme aún más con lo que contemplaba. En uno de los cortados cobrizos de la hoz se apreciaba una colonia de buitres. De pronto, alguno alzaba el vuelo, solo o en pareja. Planeaban e incluso a veces pasaron tan cerca de mí, que se oía el zumbido de sus alas desplegadas.
No había nadie, solo mi acompañante y yo. Apareció luego otra pareja que estuvo un rato y un ciclista que se acercó levemente. Comí y terminé mi viaje allí, entre ese entorno apabullante, rodeada de naturaleza en estado puro.
Datos prácticos y ubicación
| Con niños | Aparcamiento |
|---|---|
| En el mirador del Convento de la Hoz hay que tener cuidado porque no hay mucha protección. | Sí. En todas las zonas visitadas hay espacios para aparcar. |
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